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15.2.- EL TESORO DEL CARAMBOLO: EL ENIGMA RESUELTO DE LOS TARTESIOS

La historia de los tartesios, los antiguos habitantes del territorio sevillano, es tan fascinante como misteriosa. En particular, una leyenda se destaca entre las narraciones de este pueblo ancestral: la leyenda del Tesoro del Carambolo. Esta historia se remonta a tiempos antiguos y ha desconcertado a historiadores y arqueólogos durante siglos. Hoy, te invitamos a descubrir el emocionante relato detrás de este tesoro perdido y su sorprendente resolución.

Los tartesios, también conocidos como turdetanos, fueron los primeros habitantes de la región de Sevilla. Aunque sus orígenes exactos son objeto de debate, algunos indicios sugieren que tenían raíces en la India, lo que añade un toque exótico a su historia. Estos antiguos pobladores se destacaron por su habilidad en la minería y el comercio, en particular con los fenicios, quienes habían establecido una floreciente factoría comercial en Sevilla.

Los tartesios eran conocidos por suministrar a los fenicios valiosos productos como pieles de animales feroces, cueros de toros y cobre de las minas de Tharsis en Huelva. También producían la codiciada púrpura, un tinte extraído de los caracoles múrices que poblaban la costa atlántica. Esta próspera exportación aseguraba la riqueza económica de la región andaluza y permitía que sus habitantes mejoraran sus condiciones de vida.

Sin embargo, la relación entre los tartesios y los fenicios no siempre fue armoniosa. A medida que los fenicios ganaban confianza en su posición comercial, intentaron explotar a los tartesios al disminuir la demanda de sus productos, lo que llevó a una crisis económica en la región. Argantonio, el rey tartesio de la época, intervino para defender a su pueblo, amenazando con romper los tratados comerciales que otorgaban el monopolio a los fenicios si no se restablecían precios justos. Cuando los fenicios se negaron, estalló el conflicto.

Argantonio decidió atacar simultáneamente las dos principales factorías fenicias, Cádiz y Sevilla, dividiendo su ejército en dos. La mitad la dirigió él mismo, mientras que la otra mitad quedó bajo el mando de su hijo, Terión. Sin embargo, los fenicios, lejos de quedarse pasivos, llevaron a cabo un audaz ataque sorpresa contra Tartesos, la capital de los tartesios, que había quedado desprotegida.

En una noche feroz, los fenicios lanzaron antorchas ardientes sobre Tartesos, convirtiendo la ciudad en un infierno de llamas. La población, en su mayoría ancianos, mujeres y niños, intentó escapar, pero fue recibida a las puertas de la muralla por los fenicios armados. La ciudad fue arrasada, y sus habitantes, aniquilados.

El ejército de Argantonio, al enterarse de la tragedia, corrió de regreso a Tartesos, pero llegó demasiado tarde. La ciudad estaba en ruinas, y solo quedaba una angustiada multitud que había perdido a sus seres queridos y su hogar.

Un solo sobreviviente logró escapar y llegar a Sevilla para dar la noticia a Terión, el hijo de Argantonio. Terión, devastado por la noticia, decidió vengar a su pueblo. Liderando a los tartesios, se dirigió hacia Sevilla. Sin embargo, sabía que enfrentar a los fenicios requeriría astucia y valor.

Antes de la batalla, Terión se enfrentó a un dilema. Como el rey, debía llevar las insignias reales, pero no tenía una esposa para custodiarlas, como dictaban las costumbres. En un acto de valentía, Terión enterró las joyas reales en un lugar secreto, tapándolas con piedras, para recuperarlas después de la batalla.

La batalla llegó al amanecer, cuando los fenicios, cansados y desprevenidos, fueron atacados por sorpresa. Los tartesios los derrotaron, y la flota fenicia ardió en el río Guadalquivir.

Sin embargo, la victoria fue agridulce. Terión no pudo recuperar las joyas reales ni reconstruir Tartesos, ya que una flecha acabó con su vida durante el asalto a Sevilla. El secreto de la ubicación del tesoro se perdió con él.

Después de la derrota de los fenicios en Sevilla, el ejército tartesio conquistó Cádiz. Los tartesios vivieron en paz durante trescientos años, floreciendo en áreas como la agricultura, la ganadería y la minería. Su alto nivel de cultura incluso atrajo a los griegos que llegaron a España.

El enigma del Tesoro del Carambolo permaneció sin resolver durante más de dos mil años, hasta que en 1956, unos obreros que excavaban en el cerro del Carambolo, entre Sevilla y Castilleja de la Cuesta, encontraron un cántaro de barro. Al romperlo, revelaron las brillantes piezas de oro que componían el tesoro real tartesio. Estas joyas, conocidas como el "Tesoro de El Carambolo", ahora se exhiben en el Museo Arqueológico de Sevilla, poniendo fin a siglos de misterio y especulación.

El Tesoro del Carambolo no solo es una joya arqueológica invaluable, sino también un testigo silencioso de una época perdida en la historia de Sevilla. La leyenda del Tesoro del Carambolo, finalmente resuelta, nos recuerda que la historia de esta ciudad está llena de secretos enterrados y emocionantes descubrimientos que esperan ser revelados.

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