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15.6.- EL CID CAMPEADOR: LA LEYENDA DE RODRIGO DIAZ DE VIVAR

En la esplendorosa época medieval, donde la península ibérica se teñía de historias de caballeros y héroes, una figura destacaba con destellos propios. Su nombre, Rodrigo Díaz de Vivar, pero para la posteridad, sería eternamente conocido como el Cid Campeador.

La historia nos lleva a un tiempo en el que la coexistencia de culturas y la diplomacia eran esenciales para la supervivencia de reinos. En ese contexto, el rey Almotamid de Sevilla y don Alfonso VI de Castilla mantenían una alianza precaria pero necesaria. Cada año, Sevilla pagaba un tributo en forma de parias a Castilla, a cambio de protección y paz en sus fronteras. Diez quintales de plata amonedada, diez mulas y diez caballos eran enviados como parte de este acuerdo.

En la otra punta de esta historia se encontraba Rodrigo Díaz, un joven caballero de apenas dieciocho años, cuyo valor y sentido del honor lo habían convertido en una leyenda. Su gesta más famosa fue un duelo fatal con el conde Lozano, quien osó ofender a su anciano padre. Este acto de valentía le valió fama y el amor de Jimena Lozano, la hija del conde, quien lo eligió como esposo. Así, Rodrigo se erigió como uno de los paladines más destacados de Castilla.

El destino tenía preparado un giro sorprendente para Rodrigo. En el año 1082, el rey Alfonso VI lo envió a Sevilla para cobrar las parias anuales. Rodrigo, acompañado de cien valientes jinetes, fue recibido con honores en la corte de Almotamid y se alojó en el espléndido Alcázar de verano.

Mientras Rodrigo disfrutaba de la hospitalidad de Sevilla, noticias de una invasión musulmana llegaron a la ciudad. El rey Almotamid pidió ayuda a Rodrigo, quien no dudó en cumplir su deber. Marchó con sus cien jinetes para enfrentar al ejército invasor.

En una hábil maniobra de guerra, conocida como la "tornada castellana", Rodrigo derrotó al enemigo, apresando a los condes de Barcelona, Aragón y Navarra. Cumplió su promesa y arrancó las barbas del conde de Barcelona como trofeo.

Sin embargo, se encontró ante un dilema ético y político. ¿Qué hacer con los prisioneros cristianos? A pesar de su victoria, Rodrigo liberó a los condes cristianos con la promesa de no luchar contra Castilla ni sus aliados. Esta decisión demostró su profundo sentido de la moral caballeresca.

El regreso triunfal de Rodrigo a Sevilla fue aclamado por el pueblo, que lo bautizó como "Sidi Rodrigo" en árabe y "Campi doctor" en latín, rindiendo homenaje a su sabiduría en las batallas campales. Desde ese día, Rodrigo Díaz de Vivar se convirtió en el Cid Campeador, una leyenda viva que perdura en la memoria de la historia.

La gesta del Cid Campeador en Sevilla es solo una de las muchas hazañas que forjaron su leyenda. Su vida está llena de aventuras, valentía y honor, convirtiéndolo en un ícono de la Edad Media y una fuente inagotable de inspiración para las generaciones venideras. Su historia es un recordatorio de que el honor y el valor pueden superar todas las barreras y que, a veces, un joven de dieciocho años puede cambiar el curso de la historia.

En Sevilla, podemos encontrar una estatua del Cid Campeador a lomos de su caballo "Babieca" en la Avenida del Cid, frente al Rectorado, muy cerca del Parque de María Luisa y la Plaza de España, en la que podemos ver la siguiente cita: "EL CAMPEADOR, TERRIBLE CALAMIDAD PARA EL ISLAM, FUE POR LA VIRIL FIRMEZA DE SU CARACTER Y POR SU HEROICA ENERGIA, UNO DE LOS MILAGROS DEL CREADOR" Ibn Bassam, escritor e historiador musulmán del siglo XII.

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